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Las nubes habían vuelto a aparecer, prometiendo una tormenta que coronaría el mes de agosto. La Revolución de las Tribus cumpliría su primer aniversario en apenas unas semanas.

Cuando nació, tras muchos sacrificios y en un terreno de juego frágil como la primera rama de un árbol, nadie en las Tribus sabía si su aniversario se festejaría por todo lo alto o si caería en el olvido, la misma tumba injusta donde yacían los anteriores intentos de derrocar a Thrass, el alto druida de las Cordilleras Verdes, de la misma forma en que sus respectivos cabecillas yacían también, recordados como héroes únicamente donde los oídos de Thrass no alcanzaban. Pero cuantos más cabecillas alimentaban a las bestias de Thrass, más corazones en las Tribus soñaban con seguir los pasos del siguiente: un sueño sustentado por el rumor, cada vez más repetido, de que Thrass estaba enfermo.

El día de la Revolución, las Cordilleras Verdes parecían sufrir un terremoto. Y a tan solo unas pocas semanas de su aniversario, el resultado de la Revolución cada vez estaba más claro. Thrass iba a caer. La tormenta que se avecinaba había sido interpretada como un presagio de renovación por casi todos los druidas de las tribus, que ahora eran acompañados por sus guerreros más afamados hacia la capital. La unión de las Tribus había sido un proceso costoso, pero daba sus frutos: los representantes de cada Tribu habían sido llamados a comparecer ante Thrass para firmar la rendición de este. Ni el viento hacía ruido al soplar ni los pájaros se atrevían a trinar en Las Cordilleras Verdes, ahora completamente calladas y expectantes ante la inminente resolución de su futuro.

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Zoltan Boros & Gabor Szikszai

Una mujer felina llegó al campamento. Era el último día de viaje, y todos los líderes de las Tribus estaban reunidos alrededor de unas rocas. Ruril, el druida de la Tribu del Río, designado por unanimidad como adalid de la expedición, la recibió con un abrazo. Ella se sentó en la hierba junto a él, y Ruril la presentó.

— Amigos, esta es Jominu Melenadorada. La envié en calidad de exploradora a la capital. Corre rápida por los bosques, y es una gran Guía Mística. Las Líneas no guardan secretos para ella, y sabrá dibujar en ellas para nosotros lo que vio.

Jominu cerró los ojos. Llevaba desde pequeña leyendo los dibujos que el maná trazaba por toda su tierra (años después, su hijo, que esperaba en la Tribu a su regreso, llamaría a esa tierra Naya), y en ellos se podía leer toda la vida que albergaban las Cordilleras Verdes. Jominu extendió los brazos, y todos los druidas observaron cómo la tierra desprendía líneas de luz, las Líneas Místicas, que los conectaban a todos con los árboles, con sus guerreros, sentados más allá, y con cada forma de vida de las Cordilleras Verdes. Y se dispusieron a leer los trazos.

Y la emoción los recorrió.

La vida de Thrass se estaba apagando.

Todos respiraron aliviados al comprobar que no se dirigían a ninguna trampa: el alto druida estaba débil y viejo. Las leyendas sobre su juventud eternas eran todas falsas, la Revolución culminaría con la muerte del alto druida, y las Tribus gobernarían en las Cordilleras Verdes. Algunos empezaron a reír. Ruril fue a comunicárselo a sus guerreros. Con este pensamiento en el corazón, todos decidieron proseguir el viaje, excitados ante la inminente victoria, que culminaría todos los sacrificios que habían realizado durante años. Llegarían a la capital a la vez que las nubes de tormenta.

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Jim Nelson

Thrass esperaba sentado en su trono. Desde allí, la vista abarcaba toda la capital, incluyendo la gran plaza que conectaba con los bosques, cuyos árboles se perdían en el horizonte. Durante más de ochenta años había gobernado las Cordilleras Verdes con puño de hierro. Sus poderes druídicos no tenían parangón, y gracias a ellos había subyugado a la gran mayoría de bestias de los bosques, con las que había mantenido a raya a todos los rebeldes de las Tribus. Pero casi un año antes, la Revolución había llegado. La capital había estado a punto de caer, y aunque Thrass logró salir victorioso frente a la resistencia, las Tribus habían aprendido que unidas eran fuertes. Y nada les impediría volver a intentar un alzamiento. Salvo un tratado, claro, y era por eso que Thrass había invitado a los líderes de las tribus a la capital. Apenas podía emitir un hilo de voz, tan envejecida estaba su garganta, y a su lado estaba su portavoz, un hombre encapuchado de atuendo tan negro como las nubes de tormenta que se veían a lo lejos, que desentonaba entre los verdes de las Cordilleras.

Los druidas de las tribus entraron en la plaza. No había nadie en las calles, y los árboles coronaban la estructura de piedra desde donde el portavoz habló con voz profunda.

— Como veis, la vida de Thrass, alto druida de las Cordilleras Verdes, se está apagando. Es por tanto su deseo que todos vosotros elijáis a el nuevo alto druida, que ocupará su puesto y seguirá controlando todos los árboles y hombres que habitan bajo su mandato.

— Eso no, —interrumpió Jominu. La nacatl agarró la muñeca de Ruril, y la levantó. —Este es Ruril, druida de la Tribu del Río, al que todos hemos acordado confiar el mandato de las Cordilleras Verdes. Sin embargo, no seguirá los pasos de Thrass. El alto druida es un asesino, y como tal, merece ver su legado aplastado.

Thrass susurró algo, mientras su mano temblaba. El hombre encapuchado asintió, y respondió:

— Thrass se preocupa por las Cordilleras Verdes. No considera que aquel a quien representan tus palabras, llenas de insultos hacia el alto druida, merezca recibir el control de tan bella tierra. Desea que, por tanto, sea la naturaleza quien decida.

Los líderes de las tribus y sus guerreros se miraron inquietos. Thrass había sido un gran conjurador de bestias. Sin embargo, en su estado actual no podría invocar a nada lo suficientemente peligroso para vencerlos, se reafirmaron entre ellos, lamentando en secreto no  haber traído una mayor cohorte de guerreros consigo.

— ¿Qué queréis entonces?, —rugió Ruril. Thrass, lentamente, levantó sus temblorosas manos, y dio una palmada. El suelo empezó a temblar, y una hidra apareció desde el bosque. Era descomunal, y sus seis cabezas rugían a la vez.

— Que la hidra decida cuál es su favorito, entonces, —respondió el encapuchado.

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Svetlin Velinov

Entonces, la hidra devoró a tres de los guerreros de un bocado. Los heraldos de las Tribus empezaron a gritar, y Jominu miró al palco. Entonces vio algo que nunca habría imaginado, algo que le resultaba tan desconcertante como terrorífico.

El encapuchado había descubierto su cara. Era de un tono gris azulado, tenía colmillos y estaba sonriendo. Con sus manos, conjuró sombras desde donde los tres guerreros devorados habían estado, y esas sombras volaron hacia Thrass. Las manos del alto druida dejaron de temblar, y se reincorporó en su trono. Había rejuvenecido. Jominu no sabía qué clase de magia era esa, pero estaba dispuesta a acabar con ella. En el fragor de la batalla, saltó hacia el palco, pero una de las cabezas de la hidra la atrapó y la devoró en el lugar. A medida que los guerreros de las Tribus eran devorados por el monstruo, Thrass iba recuperando su forma física anterior. El hechizo del nigromante que lo acompañaba se revertía: la vida que le había arrebatado a Thrass para engañar a las Tribus volvía ahora a medida que otras vidas eran arrebatadas. “Al final, la leyenda sí era cierta”, fue lo último que alcanzó a pensar Ruril antes de perderse en las fauces de la hidra.

La plaza quedó en silencio. La hidra volvió al bosque con el estómago lleno, y solo entonces la gente empezó a salir de sus casas, y entonó loas hacia Thrass una vez más. La tormenta empezó a caer sobre las Cordilleras Verdes, cumpliendo su presagio de renovación. El nigromante sonrió al alto druida.

— Desde ahora, Grixis es un aliado de las Cordilleras Verdes. Nunca lo olvide.

Desapareció en una nube de oscuridad. Thrass se dirigió a su pueblo, que había observado atentamente, si bien escondido, los acontecimientos, y con su voz más poderosa que nunca, acompañada por los truenos que caían sobre las Cordilleras Verdes dijo:

— Deberíamos aprender de la hidra. No tiene favoritos; devora a todos por igual.

Hydra_Omnivore_SP

¡Pues sí! Gracias a la generosidad de Wizards of the Coast, puedo anunciar que mi preview exclusiva de Commander 2018 es la Hidra Omnívora, una carta con un flavor text tan guay que quería hacer algo diferente con él. ¿Qué os ha parecido este estilo de preview? ¿Qué os parece la carta? ¿Qué os parece la colección? Yo estoy con un hype que no puedo con él, y  no sé cómo agradecerle a Wizards of the Coast esta oportunidad. Es la segunda preview que recibo, y es muchísimo más de lo que podría haber imaginado. Gracias a todos, de verdad ❤

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